lunes, 14 de abril de 2014

La vuelta al mundo sin combustible

La ciudad de Payerne amaneció con un sol espléndido, el mejor embajador para la presentación del Solar Impulse 2 (SI2), el flamante avión monoplaza con el que los aventureros suizos Bertrand Piccard, de 56 años, y André Borschberg, de 61, intentarán hacer realidad en 2015 su próximo objetivo: dar la vuelta al mundo sin combustible, usando exclusivamente electricidad generada por el sol para demostrar el potencial de las energías renovables.
No pretenden llevar a cabo tan ambicioso plan de la noche a la mañana. Se trata de una idea suiza y como tal está siendo ejecutada. Doce años llevan ya preparando, paso a paso y con dedicación plena, este proyecto millonario que muchos ingenieros aeronáuticos consideraban inviable, pero cuya primera fase completaron con éxito con Solar Impulse 1, el primer avión solar que logró volar de noche. En 2012 cruzaron el Mediterráneo, desplazándose desde Europa a Marruecos, y el pasado verano recorrieron EEUU de costa a costa. Siempre dividiendo el viaje en varios trayectos, pues debido a que sólo hay sitio para una persona, los pilotos tienen que ir relevándose tras cada aterrizaje.
«Todos los expertos que consultamos al principio nos dijeron que era imposible, así que tuvimos que buscar a gente que no supiera que era imposible», recuerda Bertrand, psiquiatra y miembro de la saga de científicos exploradores Piccard, en cuyo vocabulario no hay lugar para esa palabra. Su abuelo, Auguste, en el que Hergé se inspiró para crear al profesor Tornasol de Las aventuras de Tintín, fue el primer ser humano en subir a la estratosfera. Amigo de Albert Einstein y Marie Curie, diseñó batiscafos como el que permitió a su hijo Jacques descender a la Fosa de las Marianas, el lugar más profundo del océano.
Junto con Brian Jones, el propio Bertrand logró en 1999 dar por primera vez una vuelta al mundo en un globo aeroestático sin paradas. Ahora quiere repetir ese viaje pero sin usar una gota de combustible.
No estamos ante un proyecto tecnológico, sino humanista, dice Piccard: «No se trata de llevar pasajeros sino mensajes»