Un panel de expertos en EEUU ha recomendado el uso de aspirina a bajas dosis en mujeres embarazadas con alto riesgo de desarrollar preeclampsia, una patología que puede derivar en complicaciones tanto para la madre como para el feto.
Aunque en términos generales el ácido acetilsalicílico estádesaconsejado durante la gestación por el riesgo de hemorragias tanto para la mujer como para su bebé, en el caso de mujeres con alto riesgo de desarrollar preeclampsia, una aspirina infantil (81 miligramos) al día a partir de la semana 12 de gestación podría ser beneficiosa.
Así lo ha concluido el US Preventive Task Force, meses después de que la mayor asociación de ginecólogos de EEUU emitiese una recomendación similar el pasado otoño. Esta indicación se aplica exclusivamente a mujeres de alto riesgo que, por ejemplo, hayan padecido esta condición en un embarazo previo.
Como explica a EL MUNDO el doctor Roberto Rodríguez, ginecólogo del Hospital La Paz de Madrid, existe cada vez más consenso en la comunidad científica sobre el beneficio de este fármaco, siempre que se den dos condiciones. Por un lado, que se inicie la terapia en las primeras semanas de embarazo ("en torno a las 12-14, porque se ha comprobado que a partir de la 20 no es eficaz") y, por otro, que se realice un cribado previo para seleccionar a las mujeres de riesgo que más se beneficiarían de la terapia.
El doctor Josep María Laílla, presidente de la Sociedad Española de Ginecología y Osbtetricia (SEGO), explica que el origen de la preeclampsia es multifactorial, "y lo que se ha observado por ahora es que aspirina funciona si ese origen tiene que ver con una alteración vascular". Por eso reconoce, es importante identificar el origen del problema porque el ácido acetilsalicílico no parece eficaz en todas las mujeres con preeclampsia. "Sí se ha visto que es útil, pero no para todas".
La preeclampsia afecta a un 5% de las mujeres embarazadas y se caracteriza por hipertensión y altos niveles de proteína en la orina. Es la complicación más habitual en el embarazo (y la segunda causa de mortalidad en esos nueve meses) y puede ocasionar partos prematuros, riesgo de aborto y, en los casos más graves, complicaciones para la vida de la madre, como lesiones renales, hepáticas e incluso hemorragias cerebrales. No obstante, este problema es responsable de unas 50.000 muertes al año en todo el mundo y su única 'curación' posible pasa por finalizar el embarazo.