No, no es el rex. El depredador más potente del mundo animal no es el mítico tiranosaurio que a todos nos viene inmediatamente a la cabeza cuando se habla de ferocidad. Ni siquiera se trata de un animal terrestre. Si los mares y océanos ocupan las tres cuartas partes de la superficie terrestre, no resulta una injusticia que hayan existido depredadores marinos más temibles que un tiranosaurio. Colosales reptiles del grupo de los pliosaurios que vivieron en mares europeos durante el Jurásico harían palidecer a un rex a la hora de zampar. La mandíbula completa un ejemplar que se conserva en Oxford mediría más de tres metros de longitud y parece que la de algún otro individuo pudo alcanzar los cuatro; tanto la una como la otra tendrían una potencia de mordisco muy superior a la de un rex. Pero aunque fueron parientes, pues los dinosaurios y los reptiles marinos se encuadran en el grupo de los diápsidos (es decir, de los vertebrados caracterizados por tener, además de las aberturas para las fosas nasales y los ojos, otras dos aberturas a cada lado del cráneo), estos últimos no eran dinosaurios, a pesar de que aparecen como tales en algunas publicaciones y películas.
Procede del escasamente poblado municipio de Formiche Alto (Teruel) y su antigüedad es semejante a la del diente de Riodeva, pues ambos yacían en sedimentos del tránsito Jurásico-Cretácico, es decir, depositados hace unos 145 o 150 millones de años.
Grandes dientes de dinosaurios carnívoros españoles.