Una investigación de la Universidad Complutense de Madrid conduce a la teoría de la "inteligencia unidiversa", novedosa conceptualización de la que se extraen importantes implicaciones pedagógicas en beneficio de la personalización educativa. "En comparación con las teorías unitaristas o con las teorías multiplicistas, la teoría de la inteligencia unidiversa ofrece una perspectiva más flexible y completa de la inteligencia y, al mismo tiempo, abre posibilidades educativas de mayor alcance. En esta novedosa conceptualización, la inteligencia se contempla como "unidad múltiple" ilustrada mediante la metáfora del árbol. Sus raíces se hunden en la personalidad y se eleva gracias a un tronco común a todo comportamiento inteligente ramificado en aptitudes de especificidad variable", indica el profesor Valentín Martínez-Otero. El planteamiento indica que las raíces de la inteligencia se hunden en la personalidad, ya que no actúa aisladamente. En el tronco se sitúa el núcleo de la inteligencia y en él "nos topamos primordialmente con la capacidad intelectual general involucrada en la planificación, la resolución de problemas, la abstracción, el aprendizaje", dijo. Se relaciona con el rendimiento intelectual en gran número de tareas. En cambio, las ramas son prolongación del tronco y representan las diversas aptitudes intelectuales existentes.
La teoría de la inteligencia unidiversa hace hincapié en la interdependencia existente entre todas las aptitudes y "la escuela debe garantizar nivel competencial básico a los alumnos en todo el entramado intelectual, siempre desde la consideración de las necesidades, fortalezas y flaquezas personales. Por tanto, ¿qué implicaciones pedagógicas puede tener esta teoría?", se pregunta.
Los resultados de la investigación publicados por Martínez-Otero Pérez en la obra "Teoría de la Educación. Docencia e Investigación" y en las Revistas Iberoamericana de Educación y Electrónica de Psicología Iztacala enfatizan tres aspectos interrelacionados en su vertiente pedagógica. El primero de ello es la necesidad de tener en cuenta la circunstancia del sujeto a la hora de estudiar y cultivar la inteligencia. Si la educación intelectual soslaya los condicionantes sociales, culturales, afectivos, económicos, biográficos, etcétera, resultará en extremo difícil alcanzar objetivos formativos valiosos. El olvido de la persona complica considerablemente el despliegue de su inteligencia. Se ha de hacer un esfuerzo pedagógico por personalizar la educación en este ámbito, a menudo descontextualizado y expuesto a prácticas rígidas y aun excluyentes.
En segundo lugar, la relevancia de promover formativamente el desarrollo global de la inteligencia. Las diversas aptitudes intelectuales están vinculadas entre sí y es menester que la educación estimule el progreso de la inteligencia tomada en su conjunto. Cuanto más robusto sea el sistema intelectual unitariamente considerado, más ricas serán cada una de sus facetas. Finalmente, aparece la urgencia de abrir caminos para la intervención educativa en cada aptitud intelectual a través de métodos concretos. Es necesario activar y enriquecer cada aptitud mediante vías específicas que, lejos de quebrar la unidad intelectual, la fortalezcan, naturalmente desde el cultivo de la singularidad de cada educando.